Tu recuerdo llega sin demora.
A veces se abre paso
entre nubes de sueño
y burbujas de niebla.
A veces recorre grandes territorios:
avenidas de silencio,
ríos de olvido,
áridos valles de espera.
A veces se cansa,
gesticula,
busca atajos en cantos y aromas,
en libros, en sombras,
y llega.
A veces llega solo
sin cita previa:
sin por qué ni hasta cuándo,
sin dar batalla
ni dar tregua.
A veces trae preguntas,
casi siempre pide respuestas.
A veces llega y se posa en mis manos
y mis manos lo hacen poema.
A veces llega y se queda en mis ojos.
Y yo lo enfrento,
le miro a la cara
en el espejo,
le destierro para siempre,
le acuchillo el pecho.
Pero él llega.
A veces trae cosas:
cajas azules,
girasoles,
estrellas.
A veces trae de regreso
mis pasos en tu vereda.
Llega y me regala el mar.
Llega y me trae tu ausencia.
A veces llega triste
con mortaja y todo.
Reminiscente,
náufrago,
nostálgico,
envuelto en pena.
Yo lo evito con toda clase de amuletos
sortilegios,
hechizos varios.
Sin embargo,
llega.
Pero otras veces,
como hoy,
llega resplandeciente
y me ilumina.
Llega,
y el viento me da tus besos.
Llega,
y me trae el abrazo
de mi hermana.
A veces,
muchas veces,
como hoy,
tu recuerdo llega,
y yo lo atrapo en el pecho:
debajo de la piel
para cobijarlo,
junto al corazón
para que duerma,
y así vivirlo en mis sueños:
ese pasillo sin tiempo,
y volver a sonreír
hasta el cansancio
o hasta tu vuelta.
Octubre 17. 2006
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